Con nuestro primer hijo cometimos el error que creo cometen muchas parejas primerizas: creer que puedes seguir viviendo al mismo ritmo que antes, pero con un hijo. Con el segundo ya nos lo tomamos de otra manera. Un buen ejemplo de ello es la relación con la casa. En familias normales en las que tú mismo debes encargarte de los niños a tiempo completo el cuidado de la casa pasa a un segundo plano, porque el primero es siempre para ellos. 

Tanto mi mujer como yo somos muy aficionados a la decoración del hogar, pero cuando compruebas que tu hijo pequeño está muy poco por la labor de dejarte la casa como quieres solo te queda aliarte con tu ‘enemigo’ y esperar tiempos más propicios. Pero eso no quiere decir que no se pueda disfrutar de la casa ni de decorarla, solo que hay que adaptarse a los nuevos tiempos.

Por ejemplo, tener un jarrón Ming en casa con dos niños pequeños, pues tal vez no es muy buena idea. Pero poner una barra cortina con velcro, sí lo es porque es un producto muy sencillo y que evita males mayores con las barras de las cortinas, sobre todo si tus hijos son de esos que disfrutan agarrándose a ellas. Y al final, le vas cogiendo el gusto.

Uno de los grandes pasos que debemos dar en cualquier faceta de la vida es la aceptación de la realidad. Una vez que aceptas las cosas tal cual son, si no hay manera de cambiarlas, sientes una especie de liberación. Pero esas personas que viven en permanente lucha, confundiendo aquellas cosas que sí se pueden cambiar con esas otras situaciones a las que te debes adaptar, terminan siempre frustradas.

Nosotros lo vimos rápidamente con el primer hijo. Algunas de nuestras aficiones debían cambiar. Y la casa no podía seguir igual que la teníamos. Cuando se rompió aquella barra de cortina, vimos que teníamos que buscar una alternativa por si acaso. Tal vez no fuese lo más sofisticado pero una barra cortina con velcro era lo que necesitábamos en ese momento para evitar más accidentes.