Por qué se llevan las cortinas con barra

Cuando muchas personas se plantean cambiar las cortinas, se plantean hacer cortinas para barra. Y no son pocas las razones para ello. Todas estas razones han hecho que cada vez más casas apuesten por estas cortinas y se hayan convertido en una tendencia que es imposible de obviar incluso en los blogs y revistas más elegantes.

La primera razón para poner cortinas con bajar es la comodidad. Con este tipo de cortinas el lavado es mucho más sencillo porque solo tienes que descolgar la barra por un lateral y dejar que la cortina resbale. Y, para colgarla, nuevamente descuelgas un lateral de la barra y la introduces. Esto simplifica mucho las cosas respecto a los rieles y ganchos de antes, que había que quitar y poner cada vez que se hacía una limpieza.

Este sistema tan rápido hace que lavar las cortinas no de pereza ninguna, sobre todo porque una vez colgadas, todavía húmedas, solo hay que dejar que se sequen y se estiren por su propio peso. Para darles el toque final una plancha vertical es suficiente, pero ni siquiera es necesaria en todos los casos. Un ahorro de tiempo, de luz y también de trabajo que siempre se agradece.

Otra de las razones para apostar por estas cortinas es que son muy fáciles de mover. Si hay niños, estos tienen tendencia a tirar de la cortina en lugar de buscar los cordones de los rieles. Y de esta manera no tendremos que estar corrigiéndolos ni recolocando el riel cada vez que den un tirón y líen todo.

Si además eres tú quién cose las cortinas, las de ollaos son tan fáciles de hacer que podrás crearlas sin tener experiencia previa. Solo necesitas la tela, una cinta para ollaos y los ollaos propiamente dichos y tendrás una cortina perfecta en una tarde. Sobre todo, con la ayuda de una máquina de coser. Se acabó, por tanto, pagar para que te cosan las cortinas.

Por último, este tipo de cortinas permiten no tener que poner tanto frunce, por lo que no ocupan tanto espacio y son mucho más modernas. Unas sencillas ondas son suficientes para darles un toque atractivo y, por tanto, se ahorra mucha tela. En lugar de multiplicar por dos o más la medida de la ventana, tan solo tendrás que hacerlo por uno y medio, lo que se nota mucho cuando se compra tela para toda la casa.

La casa como ‘campo de batalla’

Con nuestro primer hijo cometimos el error que creo cometen muchas parejas primerizas: creer que puedes seguir viviendo al mismo ritmo que antes, pero con un hijo. Con el segundo ya nos lo tomamos de otra manera. Un buen ejemplo de ello es la relación con la casa. En familias normales en las que tú mismo debes encargarte de los niños a tiempo completo el cuidado de la casa pasa a un segundo plano, porque el primero es siempre para ellos. 

Tanto mi mujer como yo somos muy aficionados a la decoración del hogar, pero cuando compruebas que tu hijo pequeño está muy poco por la labor de dejarte la casa como quieres solo te queda aliarte con tu ‘enemigo’ y esperar tiempos más propicios. Pero eso no quiere decir que no se pueda disfrutar de la casa ni de decorarla, solo que hay que adaptarse a los nuevos tiempos.

Por ejemplo, tener un jarrón Ming en casa con dos niños pequeños, pues tal vez no es muy buena idea. Pero poner una barra cortina con velcro, sí lo es porque es un producto muy sencillo y que evita males mayores con las barras de las cortinas, sobre todo si tus hijos son de esos que disfrutan agarrándose a ellas. Y al final, le vas cogiendo el gusto.

Uno de los grandes pasos que debemos dar en cualquier faceta de la vida es la aceptación de la realidad. Una vez que aceptas las cosas tal cual son, si no hay manera de cambiarlas, sientes una especie de liberación. Pero esas personas que viven en permanente lucha, confundiendo aquellas cosas que sí se pueden cambiar con esas otras situaciones a las que te debes adaptar, terminan siempre frustradas.

Nosotros lo vimos rápidamente con el primer hijo. Algunas de nuestras aficiones debían cambiar. Y la casa no podía seguir igual que la teníamos. Cuando se rompió aquella barra de cortina, vimos que teníamos que buscar una alternativa por si acaso. Tal vez no fuese lo más sofisticado pero una barra cortina con velcro era lo que necesitábamos en ese momento para evitar más accidentes.

Aficiones curiosas 

En nuestro último viaje decidimos apostar por algo menos ambicioso. Generalmente, en nuestros viajes estamos siempre de aquí para allá intentando verlo todo. Y a veces sucede lo contrario: no nos enteramos de nada. Pero en esta ocasión, y dada la situación, decidimos explotar a fondo un solo lugar, no movernos demasiado que tampoco es lo más aconsejable en los tiempos que corren. En un principio temimos que si planteábamos así el viaje nos podríamos aburrir, pero no fue así en absoluto. Al contrario, nos sirvió para conocer a fondo el destino.

Por ejemplo, nunca solemos incluir en nuestros viajes la visita a un museo etnográfico, nos suena un poco aburrido, como si se tratara de una acumulación de objetos sin mayor interés. Pero este tipo de lugares son muy interesantes si se quiere conocer la historia de un lugar. En este museo descubrimos cómo era la vida en aquellos pueblos de montaña en el pasado, cómo trabajaban y cómo pasaban el tiempo.

Una de las principales aficiones de los vecinos era elaborar objetos con cordones, borlas y galones, hasta el punto de que se creó una fabrica de pasamaneria en la zona. Y cuando prestas atención al mimo con el que hacían esta clase de trabajos te das cuenta de que cómo ha cambiado el mundo. Para hacer un objeto de pasamanería de este tipo se requiere, ante todo, mucha paciencia, algo que cada vez escasea más en nuestros tiempos. 

Me recuerda a cuando mi madre se ponía a tejer jerséis para nosotros. Ahora iríamos a la tienda y comprarías tres jerséis, los pondríamos unos meses y a comprar otros. Pero en estos tiempos las cosas se hacían de otra manera, porque no había posibilidad de usar y tirar como ahora. Por eso, se tomaban tanto tiempo en la fábrica de pasamanería, trenzando cordones y forrando objetos metálicos. Y aunque era un trabajo ya que muchos de estos productos se vendían, los artistas de la pasamanería se lo tomaban como una afición, como una manera de expresarse y también como un reto, como una forma de mejorar cada día.