Todos los años pasa lo mismo, mi madre siempre dice que la siguiente Nochebuena ella no cocina. Pero llegan las fiestas y todo el mundo la vuelve a mirar. Y ella dice: “Bueno… vale”. Pero este año los hijos hablamos entre nosotros para cambiar de una vez el panorama. Porque ya estaba bien de que nuestra madre tuviese que cargar ella sola con la presión de cocinar para todos en las fiestas.

Así que la avisamos con tiempo y le dijimos que esta vez no se preocupara que lo hacíamos todo nosotros. Y ella respondió: “no, yo me preocupo, los que os deberíais preocupar sois vosotros…”. ¿Qué quiso decir con eso? El tiempo lo dirá. Por nuestro lado, debíamos poner todo de nuestra parte para tratar de que la reunión fuese lo mejor posible.

Pero, ¿cómo preparar una cena a tantas manos? Iba a ser todo un reto. Para empezar, debíamos elegir el menú. Queríamos mantener la tradición, pero tratar de dar alguna sorpresa, para que se notase que era un día especial, un cambio en la historia de nuestra familia. De cualquier forma, sabíamos que algunos platos eran imprescindibles, como el pulpo que tanto le gusta a nuestra madre, así que miramos pulpo congelado para hosteleria para estar preparados. 

Teniendo en cuenta como está el patio y todo eso de la falta de suministros, empezamos a temer que tal vez si tardábamos demasiado en elegir el menú cuando llegase el momento no tuviésemos disponible alguna cosa. Así que abrimos un grupo especial de WhatsApp para la cena y tuvimos una reunión de urgencia. Concluimos que era mejor prevenir que curar y que, entre todos, adelantaríamos la compra de Navidad.

Así que no solo compramos pulpo congelado para la hostelería para tenerlo a buen recaudo, sino que también compramos la carne, el resto del pescado y los postres, con especial atención a los turrones. Y es que, en nuestra familia, además de ser muy golosos, hay muchos niños así que nuestras despensas se llenaron de turrones. Al final almacenamos tanta comida que podríamos celebrar varias Nochebuenas seguidas.