No hay muchas cosas de las que me arrepienta, no soy de esas personas que pasa la vida lamentándose. Pero si hay algo que lamento es no haber cuidado la dentadura lo suficiente en mi juventud. Pasé mucho tiempo sin ir al dentista, y no será porque mis padres no insistieron. Pero yo lo fui dejando y dejando y me encontré con bastantes problemas cuando finalmente acudí al dentista. 

Hay que tener en cuenta que no todos tenemos las mismas características en nuestra dentadura. Mi madre tiene una salud bucodental de hierro, sin embargo, mi padre siempre ha tenido bastantes problemas con los dientes. A todas luces, yo he heredado la dentadura de mi padre. Que no se me malinterprete, no estoy echando la culpa de mis problemas a la herencia, pero es un hecho que influye. Razón de más para haberle hecho caso y acudir antes al dentista de lo que hice.

Como todo el mundo sabe, los problemas en los dientes conllevan perjuicios a nivel de salud, pero también importantes desembolsos económicos. Pero una vez que se recondujeron los temas más graves decidí que no iba a reparar en gastos si se trataba de la dentadura. Preferí invertir en mi salud bucodental y apretarme el cinturón con otras cosas. 

Y uno de los tratamientos por los que he apostado es por laortodoncia invisible en Santiago de Compostela que me recomendó mi dentista. Una vez solventados los problemas más graves, como he dicho, era el momento de ocuparse también de la estética. Y entre las opciones más populares en la actualidad están las microcarillas, unas prótesis muy finas adheridas a las piezas dentales que mejoran la apariencia de problemas como malformaciones o diferencias de color. 

Yo ya había pasado por otras técnicas muy conocidas como la endodoncia o los implantes, pero en este caso se trataba de algo más novedoso y delicado. Cuando me explicaron cómo funcionaban y me mostraron un ejemplo de cómo solucionan problemas que yo tenía decidí confiar en las microcarillas dentales en Vigo. Y la verdad es que hasta ahora han sido todo un acierto: ya vuelvo a sonreír sin ningún reparo.