Mires donde mires, todo es moda. Está en el diseño de esa web de información y ocio que consultas, en el plato que pides en el restaurante, en el sillón sobre el que te sientas a descansar y, por supuesto, en la ropa que llevas. Y el fotógrafo de moda, tiene que saber adaptarse a esta nueva realidad, salir del espacio tradicional de la pasarela donde estuvo relegado tiempo atrás y agarrarse a la nueva era digital, a la vez tan convulsa como emocionante. Es el momento de abrir los sentidos, empaparse de conocimientos y formarse, no solo de forma autodidacta, y realizar un master oficial moda u otros estudios reglados que conviertan al fotógrafo en un profesional competitivo.

 

Así, en estudios como el Master de Moda y Comunicación del Centro Universitario TAI intentan dar un enfoque del trabajo del fotógrafo como un profesional ágil, intuitivo, que está a lo último en cuanto a propuestas y tendencias. Que se adapta a cualquier tipo de reto, y sabe de arquitectura, videoarte o gastronomía. 

 

Esa versatilidad que se le pide al fotógrafo contemporáneo, también tiene que ver con lo que en TAI denominan «imagen avanzada»: el dominio no solo de la imagen fija, sino de la imagen en movimiento. Porque frente a la pintura y el dibujo, el fotógrafo trabaja con la imagen técnica y, tanto la estática como la dinámica son su campo de batalla. 

 

Pero hay otro factor que surge de esta cosmovisión de la moda como elemento todopoderoso: la democratización de la imagen que nos traído la fotografía digital, ha hecho aumentar la competencia exponencialmente. Vivimos en un constante bombardeo de referentes visuales que podemos reproducir nosotros mismos porque todo el mundo puede hacer una fotografía de gran calidad con tan solo un móvil. Y entonces, ¿cuál es el rasgo distintivo del fotógrafo de moda? Para la mayoría de profesionales de prestigio es la voz personal: que tus fotos sean reconocibles y tengan un estilo único y propio. En TAI promueven esa inquietud por la búsqueda de la mirada personal a través de proyectos y trabajos individuales, que ahondan en el yo más subjetivo e intimista, para lograr un trabajo señero y auténtico que se distinga del resto. 

 

Han terminado esos tiempos en los que el fotógrafo era casi el mago de la tribu con el poder de la imagen. El fotógrafo de moda de este nuevo mundo siente esa competitividad extra y sabe que debe tener el ojo despierto, formarse continuamente y aprender a desarrollar un sello personal que haga que su trabajo se reconozca en todos los proyectos que lleve a cabo, ya sea en foto de producto, pasarela, artística o cualquier otro encargo que le llegue.