Las hamburguesas son un alimento que tiene mala fama en muchos aspectos: son muy calóricas porque tienen bastante grasa y la carne no suele ser de la mejor calidad. Sin embargo, son muy sabrosas, en parte precisamente a la proporción de grasa que tienen y en parte por todo lo que las acompaña. Resultan muy fáciles de comer, incluso en la calle, son económicas y son perfectas para consumir con amigos cuando se quiere una comida rápida y satisfactoria.

Por eso, muchos negocios de hostelería no lo han dudado, han instalado una buena campana extractora, una plancha y cuentan en su carta con sabrosas hamburguesas que se hacen en un momento, incluso fuera de horario de cocina y que se venden tanto para el consumo en el local como para llevar.

No son pocas las cafeterías que se buscan un buen distribuidor de preparados carnicos congelados y los findes de semana abren muy temprano para ofrecer a la gente que vuelve a casa tras la fiesta, la posibilidad de tomar un delicioso bocadillo caliente o una hamburguesa antes de volver a casa. Y también esa misma cena antes de salir. Con todo el juego que les proporcionan los horarios legales, sacan el mejor partido a su plancha y a las hamburguesas de su distribuidor para hacerse con un público hambriento y que quiere comida rica y económica.

Es fundamental contar con un buen distribuidor de cárnicos congelados ya que cuanto mayor sea la calidad de estos, más éxito tendrán. Además, también se debe de contar con un pan delicioso que las acompañen y varias opciones para combinar: queso, bacon, lechuga, cebolla etc.

Por otro lado, hay que tener la mayor amplitud posible de horarios y adecuarse a cada uno de ellos. Por ejemplo, mesas corridas para atender cumpleaños y meriendas en grupo por las tardes y espacio en la barra para servir hamburguesas para llevar por las mañanas o al mediodía cuando los clientes quieren llegar, coger su comida y consumirla más tarde en casa o, tal vez, en la oficina.

Por último, además de que el producto tenga calidad y se ofrezcan variaciones, hay que darle un precio atractivo que haga que el cliente se sienta todavía más tentado. Y ese precio puede acabar de redondearse con menús que incluyan patatas y refrescos, al estilo de las grandes cadenas, pero con el sabor auténtico del local de barrio.