La fidelización del cliente, vital para las marcas

Las grandes marcas tienen, en general, muchos competidores. Con la crisis económica no solo han tenido que pelear con otras marcas para atraer la atención del público, sino también con las marcas blancas que se han llevado una gran parte de la clientela.

Por eso, las marcas de toda la vid se han puesto manos a la obra para tratar de ofrecer algo más a sus clientes y lograr que se queden a pesar de que hay quién pueda ofrecer precios mejores. Uno de los principales reclamos es el de la calidad y las características propias de una marca. Algunas tienen un sabor muy característico que es imposible de imitar y, además, dejan claro que no fabrican productos bajo otros etiquetados, por lo que no es posible conseguir lo mismo a menos precio.

Otra buena manera de fidelizar a los clientes es mediante clubes. Cuando se forma un club, una asociación o se da un carnet de puntos, el cliente se siente que forma parte de algo. Si además, formar parte de ese club le da recompensas económicas o descuentos, mejor que mejor. Es el caso de central lechera asturiana club que ofrece ambas cosas. Por un lado, descuentos muy buenos y la posibilidad de acumular puntos para conseguir regalos. Por otro lado, la sensación de pertenecer a un club en el que se puede participar y aportar mediante foros y concursos para toda la familia.

Las redes sociales también son muy importantes y muchas marcas han conseguido hacerse un lugar entre sus clientes gracias a Facebook o Instagram. Un buen CM tiene que ser capaz de comunicar con la gente, de hacer llegar el mensaje de la marca y hacer que la gente se sienta parte de una comunidad. Si los clientes participan, hablan de sus experiencias, preferiblemente buenas y comparten todo lo que hacen con un determinado artículo, es más fácil que otros se animen.

Los concursos online son una forma perfecta de conseguir atraer clientes ya que son los mismos clientes que ya están en la página los que invitan a sus amigos para que participen en los concursos y, de paso, conozcan la página y tal vez comiencen a comprar sus productos.

Como vemos, funcionan los métodos tradicionales, como los clubes de puntos, y también los más novedosos, como las redes sociales. Y una marca que quiera estar en la vanguardia debe de aprovecharlos todos.

¿Es mejor la mantequilla o la margarina?

La eterna polémica de cuál de los dos alimentos es mejor o cual tiene más grasas perjudiciales parece que no acaba de aclararse. Pero para saber toda la verdad lo primero que hay que saber es qué es cada uno de los productos.

La mantequilla, la de verdad, se hace con un único ingrediente: la leche. Esta se bate hasta conseguir la mantequilla. Es así como se consigue la mantequilla central lechera asturiana. Esta marca se ha comprometido con lo natural y por tanto no añade ni conservantes, ni colorantes ni ningún tipo de E. El único ingrediente de su mantequilla es mantequilla conseguida a partir de la leche.

Algunas mantequillas pueden llevar, a mayores, sal. Pero lo indican en su envase ya que se trata de mantequilla salada. Es una opción sabrosa pero menos recomendable, ya que en la mayoría de las dietas se toma demasiada sal y esta no es muy beneficiosa para nuestra tensión arterial, por ejemplo.

Pero hay que leer bien las etiquetas porque no todas las mantequillas son tan naturales. Algunas marcas si usan conservantes, colorantes o cualquier otro añadido químico para darle un mejor color. Incluso se le añaden otras grasas.

La margarina se elabora a partir de grasas vegetales. En algunos casos puede mezclar grasas vegetales y animales. La mayoría de las margarinas que encontramos en los supermercados son de origen vegetal.

Al ser vegetales, muchas personas dan por sentado que son más sanas que las grasas de origen animal, pero esto no es necesariamente cierto. De hecho, la leche y sus derivados tienen una grasa que está considerada de las más saludables dentro de las grasas saturadas. La grasa de la margarina es en muchos casos trans, de difícil metabolización y que es muy perjudicial para el organismo.

Cuando la margarina se elabora exclusivamente con aceite de oliva o de girasol y grasas hidrogenadas la cosa cambia. Este tipo de margarinas no llevan las temidas grasas trans y son más saludables. Pero hay que leer bien la etiqueta ya que casi todas tienen añadidos conservantes, colorantes o saborizantes. Y, en algunos casos, en lugar de un aceite saludable optan por aceite de palma, de muy mala calidad y con muchas contraindicaciones.

La opción más saludable sería la mantequilla totalmente natural, seguida por la margarina elaborada con aceites buenos y grasas hidrogenadas sin más elemento. La clave está en leer siempre las etiquetas.

Tu nevera habla de ti

Tengo una amiga que tiene un extraño pasatiempo cuando es invitada a comer en casa de alguien: mirar en la nevera para ver qué hay. Dice que de esa manera puede conocer más a fondo quién es realmente cada persona. Tiene un punto inquietante, ¿verdad? Es como esas personas que miran detrás de los cuadros o que pasan una eternidad en el baño cuando están en casas ajenas. Pero si lo pensamos bien, es verdad que se puede extraer bastante información analizando las neveras de los demás.

De hecho, incluso se puede trazar una evolución de cada persona en función de lo que han albergado las neveras a lo largo de los tiempos. En mi caso, cuando me ‘independicé’, la nevera pasó el lugar en el que guardaba, básicamente, la leche, el agua y el yogur con frutas. Y de vez en cuando, la cerveza… No tenía mucho más porque en los primeros tiempos pasaba a comer por casa de mis padres cuando podía: esa (medio) independencia que significa quiero dormir solo pero si me haces la comida mamá, pues mejor…

Cuando me cambié de ciudad, mi nevera dio un giro radical. Tuve que ponerme las pilas y empezar a cocinar en serio. O al menos eso es lo que pensaba yo que iba a hacer. Pero si en las primeras semanas la nevera estaba plagada de frutas, verduras y otros productos frescos, poco a poco empezó a vaciarse y ya nunca se volvió a llenar del todo.

La falta de tiempo hace que no podamos (o queramos) dedicar tanto tiempo a la cocina y acabamos optando por lo fácil que es la comida preparada o, directamente si la economía lo permite, comer fuera.

Y luego llegó mi futura mujer y la nevera volvió a cambiar, para mejor. Todavía se mantenía el yogur con frutas y cereales que tanto me gusta, pero volvieron los productos frescos, sobre todo el pescado y la verdura. Se supone que si mi amiga viene ahora a comer a casa podrá hacerme un buen retrato robot, ya que siempre tenemos la nevera a reventar.

¿Carro de la compra o carro de combate?

Hacer la compra es todo un arte, pero también puede ser la guerra. Todo depende del momento del día y el día de la semana que elijas para ir al supermercado.

Cuando era más jovencito me gustaba ir a comprar. Siempre ayudé bastante a mis padres en este tipo tareas. Para mí era como una aventura. Entrar en un lugar en el que había cientos de productos para comprar y tener dinero en el bolsillo. Claro que no podía comprar lo que me apetecía, siempre llevaba una lista. Mi madre me decía que me fijara bien en leche asturiana precio o en las ofertas de los productos que debía comprar.

Y aunque disfrutaba de ir al supermercado, ya empecé a fijarme en las que serían mis grandes enemigas en el futuro: las señoras mayores. A la hora de comprar el pan, por ejemplo, me ocurría bastante a menudo que una señora se colaba. Como quien no quiere la cosa, se iban deslizando y terminaban ganándome la posición. Y se llevaban medio y un cuarto antes que yo.

Con el paso de los años he tenido que seguir yendo al supermercado como cualquier hijo de vecino, pero he perdido un poco el entusiasmo inicial. Trato de evitar las horas punta en la que los pasillos de los supermercados parecen más bien un circuito de Fórmula 1 o un campo de batallas con los carros aglomerándose en busca de la lubina más fresca o la leche asturiana precio más bajo.

Pero no siempre se puede evitar las horas punta y entonces me pongo el casco de guerra y saltó a la arena para batirme por los plátanos y las galletas. Y las señoras mayores ya no se ríen (tanto) de mí como cuando era pequeño.

He desarrollado un radar especializado en señoras que se cuelan y se activa automáticamente. Es como el sentido arácnido de Spiderman: “atención, señora que se hace la despistada a las 2, movimiento lento pero seguro para intentar ganarme la posición, situar el carro para generar una barrera infranqueable, acompañar de mirada asesina si fuese menester”. Ya no se me cuelan como antes…