Para realizar un diagnóstico de cancer de recto se pueden realizar diferentes pruebas. La más habitual para llevar a cabo en primer lugar es el análisis de las heces. Esta prueba se lleva a cabo mediante muestras que el paciente recoge en su hogar y que lleva a analizar para tratar de buscar restos de sangre.
Existen diferentes tipos de análisis de las heces. El más habitual se limita a detectar la presencia de sangre, pero no es capaz de determinar la procedencia de esta. Por tanto, se sabe si existen o no rastros de sangre en las deyecciones, pero no es posible saber si esta puede provenir de una hemorroide, de la ruptura de un pequeño vaso sanguíneo o de la presencia de un tumor.
Normalmente, cuando la prueba de sangre arroja resultados positivos, se recomienda realizar una prueba visual mediante un aparato de colonoscopia. De esta manera, el médico va a poder ver de una forma clara y directa el estado de la zona colorrectal y observar si puede haber algún tumor o alguna zona que presente alteraciones. En caso positivo se cogerán muestras para realizar una biopsia.
Para los casos en los que esta prueba esté desaconsejada por alguna razón, se puede realizar un estudio de heces más exacto, que analiza el ADN de los restos de sangre que se encuentran y determina de manera exacta su procedencia. Estas pruebas avanzadas se realizan solo cuando son solicitadas de manera muy específica y no es habitual que se lleven a cabo salvo si no hay otra forma de poder establecer diagnóstico.
Una vez que el diagnóstico confirma la sospecha de un cáncer es el momento de estudiar en que estadio se encuentra y analizar el estado general de salud del paciente para poder descartar o no la presencia de metástasis y decidir cuál es el tratamiento más eficaz en cada caso en función del avance de la enfermedad.
En los casos más graves en los que el cáncer está ya muy avanzado y existen metástasis lo normal es optar por tratamientos paliativos, aunque hay que decir que el cáncer de ano es uno de los que suelen detectarse a tiempo. Desgraciadamente, el principal escollo para su detección precoz es el pudor del paciente que en muchas ocasiones no quiere preguntar al médico o tiene reparos para que se examine la zona.