El auge de las parcelas rústicas en venta Galicia y otras CC.AA no es casual. Este tipo de finca de suelo no urbanizable resulta atractiva para una parte de los inversores por su menor carga impositiva, un atractivo precio de venta y la facilidad para rentabilizarla.

Las parcelas o fincas rústicas se caracterizan por la necesidad de destinarse a fines ajenos al planeamiento urbanístico, como la actividad cinegética, ganadera, turística o agrícola. Desde la óptica del comprador, uno de los mayores beneficios de la finca rústica frente a la urbanizable es el menor coste de adquisición.

Las obras proyectadas sobre finca rústica requieren un presupuesto menor debido a la asequibilidad de estos terrenos. Para los inversores, esta ventaja les permite maniobrar con un margen de seguridad más amplio que otras parcelas. Si la operación resulta un fracaso o queda en abandono, el capital expuesto no será tan cuantioso como en otros tipos de terreno.

La diversidad de vías para rentabilizarla también distingue a la finca rústica en comparación con la urbanizable. Para obtener una utilidad de estos bienes, gozan de popularidad las centrales y proyectos de energía verde, que además se benefician de ayudas estatales.

Pese a ser un valor tradicional, los cultivos siguen presentando una rentabilidad atractiva para el propietario de fincas rústicas, del cinco a diez por ciento, en función del tipo de cultivo y de la localización del terreno. En vista del auge del turismo activo, adaptar la finca para acoger campings y alojamientos turística puede ser otra idea acertada.

Atendiendo al IBI y otros impuestos, las parcelas rústicas soportan una carga impositiva más leve que la afrontada por otros bienes inmuebles. De ahí que la compra de terrenos rústicos esté al alza en España. Descontando todos estos beneficios, esta inversión presenta aún el atractivo de su proximidad con la naturaleza y la vida ecológica, una ventaja en sí misma.